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Ética en la Era de Internet

Mateo Valero¸ Director del Barcelona Supercomputing Center, catedrático de la UPC, llama a la reflexión sobre la peligrosidad de un mal uso de la información disponible en la red y reclama la existencia de medidas legislativas y sociales que se adecuen a la nueva realidad.

Internet es una potente herramienta que ha transformado la Sociedad. Día tras día aumenta de manera exponencial la cantidad de información digital generada, transmitida, procesada y almacenada. En 2013 se generaron alrededor de 2 Zetabytes ( Zetabyte= 1021 bytes) de datos, cantidad superior a la generada desde el principio de los tiempos hasta hace año y medio.

Esta proliferación extraordinaria de datos y la capacidad de extraer conocimiento de ellos crea una nueva era en el avance de la humanidad. Estamos ante una revolución tecnológica única, que nos permite por una parte, resolver problemas, impensables hace pocos años pero que nos plantea una nueva problemática relacionada con la Ética difícil de resolver.

Un ejemplo positivo para la Ciencia, de los muchísimos que existen, es el proyecto LHC, del acelerador de partículas instalado en Ginebra. En cada segundo de funcionamiento genera 1 Petabyte (Petabyte= 1015 bytes) de datos que debidamente filtrados se distribuyen por todo el mundo para que los científicos puedan compartirlos y colaborar en sus investigaciones.

Otro ejemplo que podemos describir está relacionado con la medicina personalizada. Por una parte, es necesario que los investigadores tengan acceso a las enormes bases de datos genéticas que se están llenando a partir de la secuenciación del DNA de miles de pacientes ahora (serán millones dentro de poco) para, con la ayuda de supercomputadores, poder estudiar la influencia de los genes en las enfermedades y de esta forma, predecirlas, prevenirlas y administrar fármacos personalizados a cada paciente. Pero cuidado, la información genética de cada paciente no debería de ser accesible para otros usos, sin las autorizaciones pertinentes.

Existen muchísimos ejemplos que pueden ser muy peligrosos: Las personas estamos generando información denominada huella digital, asociada a casi cada actividad que realizamos, pero especialmente, cada vez que accedemos al móvil o a las redes sociales. Somos nuestra huella digital. Nunca como hoy fue tanta verdad la frase “la información es poder” y, aún más, riqueza. Hoy gran parte de la huella digital de millones de ciudadanos circula libremente por Internet. En 2013, viajaron por la red más de 600 Exabytes (Exabyte= 1018 bytes). De ellos alrededor del 40% están asociados a operaciones relacionadas con Google.

Los sistemas operativos de los computadores personales e Internet y sus redes sociales asociadas como Facebook, Twitter, YouTube, Linkedin, etc. están pensados para compartir, y por lo tanto son vulnerables a la falta de confidencialidad. Por ello es relativamente fácil obtener los datos que viajan por la Red y acceder a la información almacenada en nuestros computadores personales sin que el dueño de los datos lo sepa ni, por supuesto, lo autorice. Y frente a protecciones tecnológicas, como pueda ser el encriptar la información, los salvapatrias, tales como la agencia NSA americana, dedican cantidades enormes de dinero para desarrollar artilugios muy sofisticados como los computadores cuánticos para intentar romper cualquier clave de protección que utilizan los documentos, desde los pertenecientes a las naciones hasta los relacionadas con transacciones bancarias, aplicaciones médicas o de negocios. Como se ha visto en los casos Assange y Snowden, estamos ante una bomba de relojería de consecuencias inimaginables.

La tecnología avanza a mayor velocidad que las leyes. Necesitamos desarrollar urgentemente leyes que tengan en cuenta esta nueva problemática generada por las tecnologías de la información y sus nuevos usos. Y también precisamos que los ingenieros que las desarrollan reciban formación ética para que intenten valorar a priori los efectos sociales y éticos de sus implementaciones.

Conviene que nos hagamos una serie de preguntas. ¿Quiénes son los propietarios de nuestros datos? ¿Podemos y debemos de ser nosotros, que los generamos, los únicos propietarios? ¿Pueden los gobiernos o las instituciones públicas utilizar los datos que consideran necesarios para garantizar la lucha contra el terrorismo? ¿Por qué los utilizan para hacer política chantajista y ventajista? ¿Podemos vender nuestros datos? ¿Debemos definir los ciudadanos y sólo los ciudadanos los niveles de protección de nuestros datos? ¿Es ético que nos lleguen cada día más y más correos electrónicos de contenido no deseado? ¿No debería ser posible y fácil solicitar a cualquiera que tenga datos nuestros que los borre si ese es nuestro deseo? ¿Deberíamos de pagar para que las empresas utilicen nuestros datos para mejorar nuestra calidad de vida?

En definitiva, nuestros datos son fuente de poder para las empresas que intentan vendernos sus productos, también para los políticos que pretenden ganar las siguientes elecciones y en definitiva para todos aquellos que son capaces de usarlos en su beneficio. El hecho de que sepamos que somos espiados, ¿puede llegar a cambiar nuestras raíces culturales y sociales?

Una vez más, la tecnología no es ni buena ni mala en sí misma, todo depende del uso que hagamos de ella. El futuro es apasionante, pero tiene sus riesgos.

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