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Alineación o alienación

¿Cómo nos sentimos con relación a nuestra empresa u organización, alienado o alineado? Como Marx tenga razón y nos sintamos alienados, es decir, explotados, vamos mal. Si estoy en línea con los objetivos de la empresa, la empresa irá mejor y además personalmente estaré más contento.

Hace unos meses, tuve la oportunidad de asistir en Madrid a un Workshop, del Dr. Riaz Khadem, autor del libro Alineación Total. Era un viernes, lo peor que te puede pasar cuando impartes una conferencia es que te la coloquen un viernes después de comer. Es un verdadero reto, para el conferenciante y para los asistentes. Personalmente, no había planificado ir, pero un amigo me recomendó que asistiera. Éramos cuatro gatos, lo cual teniendo en cuenta que el conferenciante venía de Estados Unidos, era para desanimarlo, todo lo contrario, al ser pocos, derivó en una sesión muy interactiva y muy enriquecedora, el Dr. Khadem, nos transmitió ideas muy interesantes. Tres horas medio dormido en el AVE me permitieron meditarlas. Me parece importante haceros partícipes de las reflexiones que he desarrollado a partir de sus ideas, abusando de vuestra confianza, ya que el escribirlas me facilita terminar de asumirlas.

¿Cómo nos sentimos con relación a nuestra empresa u organización, alienado o alineado? Como Marx tenga razón y nos sintamos alienados, es decir, explotados, vamos mal. Si estoy en línea con los objetivos de la empresa, la empresa irá mejor y además personalmente estaré más contento. Es decir, hay que remar todos juntos para que la canoa avance y más en aguas turbulentas. Me contaba un colega, “es que tengo un colaborador que nos mete los goles en nuestra portería”, o sea, en vez de sumar, resta. La disyuntiva está clara, o cambia, o no puede seguir, porque es imprescindible la aportación de todo el mundo. Nadie puede restar.

En la vida hay que estar alineados en varios aspectos, con uno mismo, con la familia, con la empresa, con el país. Los dos primeros los vamos a dejar para otra ocasión. Vamos a centrarnos en la empresa, que es donde creo que hay una problemática muy grave. El razonamiento también sirve para el concepto de país, entendido como la empresa conjunta de todos los ciudadanos. Mientras grandes segmentos de nuestra sociedad consideren que los objetivos de la empresa y de los trabajadores no son los mismos, vamos mal. Mientras se considere al empresario un explotador en vez de un individuo, que con más o menos capacidad de liderazgo y jugándose su dinero, es capaz de generar riqueza en beneficio de todos y no solo en el propio, no vamos bien. No se puede rendir si uno considera que está ahí porque no le queda otro remedio y que está bajo la bota, es imposible. Khadem enseña que deben estar alineados los objetivos de los accionistas, de los directivos, de los empleados, de los clientes y de los proveedores, es decir, una situación de ganar – ganar en la que todos salen beneficiados. Le acusé de utópico y de que planteaba un objetivo imposible de conseguir y me contestó, que la realidad lo iba a imponer. Es decir, o todos hacemos funcionar las empresas y por ende la sociedad o un sistema que no funciona se autodestruirá. El sistema no lo aguanta todo, un cúmulo continuo de ineficiencias lleva al colapso. El mal se autodestruye, dijo Juan Pablo II, el problema es que a veces la degeneración se produce poco a poco y no se nota. O avanzas o retrocedes, dijo San Agustín, no puedes estarte parado. Cuanto más sincronizado va el equipo de remeros, más deprisa avanza la embarcación. El objetivo común es imprescindible. En este entorno no hace ni falta comentar la convocatoria de una manifestación en contra de los empresarios por parte de los sindicatos, es querer aplicar planteamientos del siglo XIX a problemas del siglo XXI, no están alineados. Es un planteamiento obsoleto.

Las actitudes en el trabajo y en la vida pueden ser constructivas (personas alineadas), destructivas (personas alienadas). Cuando te levantas por la mañana eliges entre aportar y esforzarse o estar enfadado con el mundo y por tanto restar. Hay quien dice que pueden ser neutrales, pero me parece que no.

Se me ocurre como ejemplo de actitud neutral, o poco activa, una actitud vegetal, la que se expresa en el libro “Buenos días pereza”, sobre el arte y la necesidad de hacer lo menos posible en la empresa. El libro explica cómo pasar completamente desapercibido en una gran empresa durante 15 años a partir de la experiencia personal de su autora Corinne Maier en Electricite de la France. El libro fue en su momento muy polémico, especialmente en Francia, pero todos sabemos que cuenta una realidad indiscutible en nuestro entorno, es la mentalidad “funcionario” llevada a su máximo extremo. Corinne puede haber sido una “escaqueada”, una neutral durante quince años, pero al denunciarlo nos ha hecho ver una triste realidad frente a la que no podemos mantenernos indiferentes, y por tanto ya ha aportado algo positivo, es una pena el tiempo que ha precisado, podía haber empezado a escribir antes. Pero ¿realmente puede existir una actitud neutral?, una actitud “voy tirando”, de no molesto, no me meto en líos, total para lo que me pagan, una actitud de ambición mínima. Existir existe, pero no deja de ser un planteamiento teórico, en la realidad no puede existir, si lo pensamos bien, el simple hecho de la pasividad, ya lo convierte en destructivo, el cero, quedarse en el cero, ni crezco ni decrezco, es imposible. Por tanto una actitud de no aportar, aunque no sea estrictamente de destrucción deviene irremediablemente en destructiva, en el mejor de los casos es una rémora, un lastre que evita que se avance más rápido.

Actitudes destructivas en el trabajo en general o frente a un proyecto en particular son muy frecuentes, y siempre se expresen, más bien de forma indirecta que directa. No son raros los casos en que esta actitud está muy fundamentada y hasta puede que tenga una justificación coherente. Uno puede sentirse perjudicado, en sus legítimos o no tan legítimos intereses. Es más no solo sentirse, sino ser un perjudicado real, un “daño colateral”, por ejemplo, con la automatización de un proceso, algunos puestos de trabajo pierde razón de ser. Frente a ello dos actitudes no acepto la realidad y no colaboro, o bien la acepto y miro la mejor manera de adaptarme. Las dos actitudes son posibles, pero solo una tiene sentido, que es luchar y esforzarse. Es el efecto carrete de fotos, en pocos meses se acabó, las cámaras digitales se imponen, se hacen infinitamente más fotos que antes, se copian en cuestión de milisegundos y pueden distribuirse a la velocidad de la luz. Pero al que trabajaba fabricando, vendiendo o revelando carretes de fotos, no le queda otro remedio que dedicarse a otra cosa. La reticencia a la innovación o al cambio solo empeora la situación.

La desincronización en los equipos de trabajo, la no alineación de todos los miembros con los objetivos fijados, (siempre hablamos de objetivos legítimos y éticos) es la mayor dificultad a la que se enfrenta la dirección. Pero no hay alternativa no pueden aceptarse enemigos infiltrados. Las empresas deben crear riqueza y para ello todo el mundo debe arrimar el hombro. En las organizaciones pequeñas es más fácil, se ve mucho quien no aporta. En las grandes es más complicado, y se dan situaciones de “falso compañerismo”, estrategias cliente-dentista, “he que no nos haremos daño doctor”, componendas para mantener el “status quo”. Actitudes no constructivas, que junto a la carencia de autoridad y liderazgo provocan retraso en la toma de medidas correctoras, en la implantación de reingenierías de procesos. En posiciones de dominio del mercado o pseudo-monopolio estas situaciones se acentúan. Como tengo una posición de dominio puedo permitirme ser ineficiente. Puede que sea así, pero no lo será siempre y además es injusto. Cuando se quiere corregir ya es demasiado tarde y el escalón a superar debido a la falta de una mejora continua se parece a la pared del Eiger.

Es necesario por tanto borrar mentalidades obsoletas, que arrastramos de desgraciadas realidades históricas, Marx es del siglo XIX y se ha muerto. No a la alienación. Nadie debe sentirse alienado porque la aportación de todos es necesaria. Es la anécdota del Sr. que barría Cabo Cañaveral y le preguntaron cuál era su trabajo, “ir a la luna” y tenía razón, para llegar a la luna aquello tenía que estar limpio. Entendamos que estamos todos en el mismo barco, y que todos debemos aportar.

Solo hay una actitud posible, la actitud constructiva, es la única que tiene sentido. El Dr. Víctor Frankl, superviviente de los campos de concentración nazi, nos enseña que siempre, por muy dura que sea la realidad, podemos escoger la actitud con la que la afrontamos. Tomemos la decisión de construir. Observemos la realidad cambiante y adaptemos nuestra actitud y nuestras reglas de juego para crear riqueza. Como país debemos ir alineados, políticos, empresarios, profesionales liberales y trabajadores por cuenta ajena.

Se impone, la mejora continua, “learning organization”, los equipos eficientes, el trabajo por proyecto o por objetivos. Superaremos la crisis siendo más eficientes, con organizaciones más simples, más sincronizadas, más alineadas, más comunicativas. La pyme tiene mucho futuro.

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